jueves, 17 de abril de 2008

El infierno de Dante.

Leí por primera vez la "Divina Comedia" de Dante Alighieri a los diez años, pues fui precoz lector y en casa había todo tipo de libros,
Lo cierto es que el infierno me sobrecogió, teniendo en cuenta que me educaba en el vecino colegio de religiosos, donde se hablaba de él y de sus horrores como quien habla de un pariente cercano, tipo oveja negra de la familia, esto es, y redundando, con familiaridad. O sea, que si era un chico malo, iría allí de cabeza, salvo que me arrepintiera y cumpliese con los preceptos de la Santa Mdre Iglesia.
Hallé consuelo en el Purgatorio, que ahora dicen que no existe,(...entonces, lo de "altar privilegiado, cotidiano, perpetuo...", ¿no sirve para nada?), pero entonces existía, yo lo creo que sí. Y Todavía recuerdo ese pasaje admirable, cuando las almas penitentes escuchan una voz que les dice: "En pie, almas perezonas, el Ángel de Dios se acerca"!" Y no digamos en el paraíso, lugar de lugares, máxima meta del alma. Sentí cierta tristeza cuando Virgilio abandona a Dante. Él no puede entrar, no ha recibido el Bautismo y por lo tanto, permanecerá en el Limbo de los Justos toda la eternidad. Eso del limbo, creo que dicen que tampoco vale. !Hay que ver lo que cambia la religión¡ El río Leteo, cuando hoy, ya hombre maduro, al menos en años, en lo demás no lo sé, medito sobre ello, considero que debe ser una gran bendición beber de esas aguas y olvidarse de todo lo pasado. El eterno olvido, la paz eterna. Con la cabeza limpia de sisabores, y en un estado de perpetuo optimismo, alegría en el espíritu y felicidad sin principio ni fin. ¿Se puede pedir más?
Yo creo que no.
Bueno, luego sigo...
!Ah, recuerdos del coco¡

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