miércoles, 23 de abril de 2008

¿Qué ha sido de Pizarro..?

Que el Sr. Pizarro es un hombre de valía, no cabe la menor duda. Estuvo brillante en los debates televisivos de la pasada campaña electoral. Y su “currículum” lo es de verdad, no como el de muchos que no pasa de ser un “ridiculum vitae”. El caso es que no se ha sabido gran cosa de él, seguramente, sus compañeros de partido lo han arrinconado en los más remotos y sombríos desvanes de la memoria. Porque, fuerza es reconocerlo, el Sr. Pizarro es brillante, tiene la virtud de capear con donaire los peores lances que se le puedan presentar. Y no digamos ya de su gestión al frente de varios puestos de altísima responsabilidad, donde se ha desenvuelto con toda la dignidad del mundo.
Y todo porque resulta que lo brillante, lo inteligente, lo capaz, está de más en la mayoría de nuestros partidos políticos, donde sólo medran, y medran bien, que buen “ajuar” se componen, los mediocres, lerdos, analfabestias, cretinos, roceros y otras gentes del mismo corte.
En todas partes cuecen lo que hay que cocer, veamos si no, el caso del Sr. Garzón, magistrado tenaz, siempre en busca de la verdad, que no se casa con nadie, y que con tal de sacar a la luz lo que mal hecho está, es capaz de dejarse la vida ello.No le faltan ni valentía, que la tiene, ni inteligencia, que también la tiene, ni fuerza de voluntad, que no le falta. Perdió un año de su carrera judicial por haber escuchado los cantos de sirena del PSOE, le prometieron el oro y el moro seguramente, y luego le dieron un carguito de consolación, como una chuchería para que a un niño se le pase la rabieta. Una cagadita de paloma de premio, y aún menos, de gorrión urbano. Lo que pasa es que luego los mandó, y con razón a hacer puñetas, y arremetió contra ellos en los muchos casos que se conocen, de corrupción, ilegalidad de actuaciones del ejecutivo y otras malandanzas de todos conocidas. Y quien no sepa de qué va, pues que se documente, y ya verá, ya...
El caso es que el PP, como ahora se le conoce, en treinta y pico de años de democracia, sólo ha gobernado ocho, ¡OCHO!
Una ridiculez. Algo falla, algo les pasa, alguna carcoma se los va comiendo, pero el caso es que no ven vuelta buena. Casi han estado a punto, pero les ha faltado el casi.
Y ahora, no digamos el espectáculo que están montando, entre unos y otros, y otras, que de todo hay.
Mientras, sus contrarios se frotan las manos: “Que se peleen, que no estén conformes ni de acuerdo, que se formen camarillas, que arremetan unos contra otros!”
¡Ay, Señor!
Y todo porque no permiten que en sus filas milite nadie capaz de hacer que sople un viento nuevo, refrescante y renovador.
Y en todos los partidos pasa igual...
En el momento en el que alguien descuella, que tiene criterio, que ve las cosas claras, que dice las verdades, pues lo defenestran acto seguido. Porque los capitostes de los partidos temen quedar a la sombra de los inteligentes, tienen pavor a que sus mediocres actuaciones queden deslucidas y ellos sumidos en los profundidades del lodazal político, que no es otra cosa.
Sr. Pizarro, váyase, váyase cuanto antes, que aún puede salir muy airoso en los sectores que usted domina hasta la bendita hora de la jubilación. Que el país no lo construyen ni la política ni los políticos, sino los currantes, en todas las escalas. Que si el país funciona, es porque hay ciudadanos madrugadores que luchan por salir adelante, por llegar a su meta propuesta y trazada.
Su acta de diputado, le viene estrecha, estrechísima, además de que para estar de comparsa, no merece la pena. Enmárquela si quiere o guárdela como recuerdo entre papeles diversos, pero vuelva a sus quehaceres de siempre.
No escuche cantos de sirenas, que luego resultan mamíferos marinos, y la decepción es grande.
Además, ni se le ocurra perder cuatro años de su vida esperando una segunda oportunidad. Viva y trabaje, páselo usted bien, y, llegado el momento, descanse de sus afanes y disfrute de la vida cuantos más años mejor.
Pero no se ensucie los pies en el barro.
Cuente con todas mis simpatías.

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