lunes, 23 de junio de 2008

El pesimismo y la verdad.

El pesimismo no conduce a nada.
Verlo todo negro, sin salida, es negativo.
Si nos rodeamos de sombras, si nos sumimos en la oscuridad, nunca hallaremos una vía de escape.
Con la verdad, sí.
Si sabemos la verdad, si afrontamos la realidad, seguro que encontramos una forma de salir adelante.
El ejecutivo, no hace más que colocar pantallas que oculten la crisis económica en la que YA estamos.
Pantallas que atenúan la crudeza de la situación.
Con buenas palabras, sonrisas forzadas a diestro y siniestro, con falso optimismo, con el autoconvencimiento, transmitido a empujones, de que no pasa nada, así, no llegaremos a ninguna parte.
¿Por qué no nos dicen la verdad de una vez por todas, por qué no nos muestran lo que realmente está sucediendo?
Nos enteramos, como siempre, de rebote.
La flota pesquera no sale a faenar.
Los transportistas presentan batalla.
Las inmobiliarias cierran sus puertas, una tras otra.
Siguen subiendo los carburantes...Veinte euros igual a veinte litros, ya es historia.
Dentro de poco, vamos a colocarnos en una situación tipo años cincuenta: El automóvil, un lujo.
Pero no por el acceso al coche, sino por la adquisición de carburantes.
Es una ironía.
Hubo un tiempo en el que la posesión de un automóvil se contemplaba como algo remoto, que requería sus buenos sacrificios. Sin embargo, los carburantes estaban a precios asombrosamente bajos.
La tortilla ha dado la vuelta. Hoy, una economía normal y corriente puede permitirse el desplazamiento sobre cuatro ruedas. Pero lo duro resulta pasar por una estación de servicio.
Una ironía, de verdad que sí...

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