viernes, 18 de julio de 2008

Unas reflexiones sobre la homosexualidad.

Durante siglos, y no quiero remontarme a la Historia Antigua, sino a la Moderna y Contemporánea, la homosexualidad se ha contemplado como una lacra social, como una aberración del ser humano, reprimida, condenada, castigada y siempre marginal.
Creo, con toda firmeza, que estas formas de pensamiento anti-homo, son un error, un tremendo y absurdo error. Aun en nuestros días, un porcentaje bastante considerable de la sociedad, contempla la homosexualidad con recelo, y también, hay que decirlo, con rechazo.
Voy a partir de un principio para mí inamovible: La sexualidad, se manifieste como se manifieste, es incuestionable. Todos, absolutamente todos los seres humanos tienen el libre derecho a vivir de acuerdo con sus ideas. Un homosexual no es diferente de un heterosexual. Entre dos personas homosexuales puede existir el mismo cariño, la misma ternura, el mismo afecto, el mismo AMOR, que entre las consideradas "normales".
La Iglesia Católica se muestra contraria al hecho. Bien, no deseo atacar a la Iglesia, porque me siento parte de ella, pero no estoy de acuerdo con sus postulados. No estoy en absoluto de acuerdo. Cualquier religión, sea cual sea, lo primero que debe de hacer es respetar a los seres humanos. Recuerdo a un obispo, al que no conocí personalmente, pero sí sus escritos y declaraciones, que dejó escandalizada a la "beatería" de su diócesis, al dirigirse a los jóvenes diciéndoles que él prefería "que fuesen buenas personas antes que buenos cristianos".
Tras este inciso, creo que debo insistir en que lo importante es amar. No importa la forma, lo importante es el hecho.
Aquí, en este bendito país "de charanga y pandereta, cerrado y sacristía", (versos de D. Antonio Machado), todavía estamos en la prehistoria del pensamiento social.
Debe de existir una concienciación sobre muchos aspectos de la vida, entre ellos la sexualidad, tema tabú en mis años jóvenes y no tan jóvenes.
Es triste tener que escuchar insultos como "marica", "sarasa", "maricón", etc., cuando debieran estar erradicados e incluso constituir falta.
No quiero desbarrar, ni salirme de contexto. Todos, TODOS, tenemos derecho a vivir nuestra sexualidad del modo que mejor satisfaga nuestra necesidad de afecto, y, diré por fin, que de sexo,
por qué no.
Ya vale de mojigaterías, de paños calientes y de eufemismos.
Estoy de parte de los homosexuales, aunque me duela tenerlos que llamar así, pero no tengo otra palabra que defina su estado con más humanidad. Tanto ellos como ellas, tienen mi simpatía, mi apoyo incondicional. Si alguien se escandaliza y deja de leerme, pues que sepa que me da igual.
Lo único que me importa es decir con toda sinceridad lo que pienso y cómo pienso.

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