viernes, 7 de noviembre de 2008

Educación para la ciudadanía...

En el bachiller de aquellos años, te encontrabas de pronto con algo extraño y un tanto abstracto: Una asignatura llamada "Formación del Espíritu Nacional". Nosotros, como "buenos estudiantes",
enseguida le añadimo el prefijo "de", y así quedó en "De-formación...etc."
La verdad es que nos tocaba mucho las narices el hecho de que hubiera que aprenderse y encima examinarse de los postulados franquistas. Se enseñaba a "ser buen español", en una palabra.
Creo que más del 90% de los estudiantes, nos limitábamos a cubrir el expediente, y aprobar,sin más. A fin de cuentas, era una de las "Marías", es decir, aquellas asignaturas que ni fu ni fa. Que ahí estaban y había que tragar, quisieras o no.
Pues bien, hoy, con la controvertida "Educación para la ciudadanía", sucede lo mismo. Nuestro ínclito y nunca periclitado gobierno, pretende que los chicos de la ESO también traguen. Hojeando un texto de la "Educación...", no deja de ser un panfleto, donde se habla de tolerancia, de democracia y más democracia, y otros aspectos gilipollescogidamente insulsos. Todo, menos fomentar ciudadanos modelo. No se trata tanto de dar al estudiante una capacidad de elección y decisión, como que se aborreguen y piensen como el gobierno quiere que piensen. Allá por los años de la transición tuve una diatriba con dos o tres afiliados al recién legalizado PC, Partido Comunista. Yo no comulgaba con sus ideas, pero en mi pequeña ciudad nos conocíamos todos, y había que convivir, había que saludarse e incluso irse de vinos, para no terminar a bofetadas...
Ellos propugnaban que primero es la difusión de la doctrina, y yo, que primero es enseñar a pensar, para tener las suficientes luces como para elegir libremente. Y empecinados en su actitud, los dejé por imposibles.
Con la "Formación del Espíritu Nacional", y con la "Educación para la ciudadanía", sucede lo mismo: Tragar y tragar, aborregar, anular el pensamiento y sobre todo el criterio, para que la masa ciudadana, en su día, sea más dócil, más controlable y, por supuesto, desprovista de todo asomo de crítica.
"Tiempo de silencio", la maravillosa novela de Luis Martín Santos, ya advierte, en sus comienzos:
"No pensar, no pensar, sobre todo, no pensar..."
Aceptar todo sin rechistar, así, por la buenas...
¡Este gobierno nuestro..!

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