miércoles, 3 de diciembre de 2008

El terrorismo golpea de nuevo.

Ignacio Uría Mendizábal ha muerto en plena calle, asesinado por ETA.
Triste día de diciembre.
Un ser humano, ha muerto porque unos bestias, irracionales, fanáticos, así lo han decidido.
Un ser vivo que muere es irreemplazable.
Una persona que muere, todavía más.
Hablan ya los políticos, condenando el hecho.
Y será como siempre.
Palabras, sólo palabras, inútiles palabras...
¿Quién devolverá la vida a Ignacio Uría..?
¿Quién consolará a su mujer y a sus hijos..?
Desde aquí, desde este blog, la más enérgica condena.
Condena a los bárbaros de estos tiempos, que, sin conciencia, sin humanidad, sin sentimientos, asesinan y siembran el dolor por donde quiera que pasan...
Me avergüenzo de este país porque no hay libertad.
Me avergüenzo de este país porque no hay democracia.
Me avergüenzo de la clase política, porque es incapaz de poner fin al terrorismo.
Y si hoy salen en los medios para hacer declaraciones, merecen que se apague la televisión, la radio, y se quemen los diarios, para no escuchar sus palabras hipócritas ni ver sus rostros de fariseos.
Me avergüenzo, en fin, de la sociedad española, que está insensibilizada ante estos actos de horror y de sangre, y que no se lanza a la calle para pedir justicia, para pedir que no acaben en la impunidad estos individuos, que sólo merecen un paseo al amanecer... y creo que hablo claro.
La sangre no se cura con más sangre, es cierto.
Pero si se dispara a un perro rabioso, dejará de hacer daño.
Desde aquí, maldigo una y mil veces a todos los terroristas, a cuantos los encubren y apoyan, y a cuantos consienten que sigan actuando.
Así revienten todos. Amén.

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