sábado, 27 de junio de 2009

Una viejecita...


Era una viejecita pequeña y consumida por los años. Yo la veía pasar todas las tardes, enlutada, cubierta la cabeza con una mantilla negra, apoyándose en su bastón, camino del Rosario de las ocho.
Entraba por mi calle, lentamente, ajena a todo y a todos.
¿Cómo viviría..?
Seguramente, su casa estaría muy limpia...
Se alimentaría casi como un pájaro...
Ya no tendría nada que esperar...
Y así todos los días...
Igual en invierno que en verano.
Posiblemente sólo le quedaba el consuelo de la oración, ese espacio de tiempo en el templo, donde compartía su fe, su humilde esperanza, con otros seres solitarios como ella...
¿Y sus recuerdos..?
¿Se sentaría en una silla, cada noche, repasaría sus ropas, y dejaría volar su mente hasta aquellos años que fueron luminosos y que volaron conforme iba pasando el tiempo..?
No lo sé...
Ni nunca supe su nombre...
Sólo la veía pasar, al caer la tarde, camino del Rosario de las ocho...

No hay comentarios: