martes, 29 de septiembre de 2009

Poesía...cada día.


Entrar tímidamente en la arboleda
para soñar con viejos tiempos idos
y deshacer la niebla del recuerdo
y respirar por fin con cierto alivio.
Hollar la fresca hierba en el silencio
de un grato mediodía, suave y tibio
y recorrer la senda abandonada
en busca de unos labios ya perdidos.
Gozoso silba el viento entre las hojas
en su verdor apenas renacido.
¡Ay, corazón, que lates impaciente
y sin querer te engañas a ti mismo!
El paso inexorable de los días
tu cálida pasión ha consumido.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Mr. & Mrs. Obama, con la familia de Zapatero.


¡SIN COMENTARIOS...!

martes, 22 de septiembre de 2009

Otoño en Ordesa...

(Del diario del Filósofo, amigo del Coco).
"...a veces, en Ordesa te encuentras con días sombríos...Días grises y oscuros, que le dan un carácter más impresionante, más severo...
Las nubes se deshilachan entre las cumbres...
Algunas gotas de lluvia caen sobre el lecho de hojas secas, pero apenas si turban el silencio...
Los senderos están desiertos...
Me gusta sentir la soledad, la grandiosa soledad, cuando ya no hay visitantes...
Hay que regresar, oscurece pronto..."

Poesía...cada día.


"Pequeño poema otoñal".
Apenas si los vientos otoñales
susurran suavemente en la arboleda...
Cercano está el invierno, sólo queda
una nostalgia gris tras los cristales...

Poesía...cada día.


Son pocos los recuerdos
que guardo de mi madre...
Unas fotografías
que antaño yo le hiciera...
Y una tacita china
dormida entre algodones,
una caja de laca
y el dolor de una fecha...

Poesía...cada día.

La nieve, cristales rotos
tras de mis huellas perdidas,
visiones descoloridas
de oscuros tiempos remotos.
Por las blancas avenidas
de aquel parque silencioso,
envuelto en el misterioso
claror de la luna fría,
era mi melancolía
un diamante luminoso.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Poesía...cada día.

Reaparece cautelosamente tu recuerdo,
y es un pájaro oscuro
de inquieto aleteo,
que se posa en el alféizar,
golpea suavemente con su pico los cristales,
y luego se va...
Mis manos,
enredadas en tus cabellos,
esos cabellos dóciles
que tantas veces he acariciado
con suplicante ternura,
esperando,
siempre esperando...
La gracia de tu pasión,
desbordándose
en la superficie temblorosa de mi cuerpo...
Anhelante, trémulo, vencido,
subyugado por tí,
que siempre he sido
gozoso esclavo,
nocturno efebo de tu anhelo.

(De "Prácticas de olvido")

Poesía...cada día.


En esta noche oscura de septiembre,
llena de vacío doloroso,
las torres de la ciudad
muestran su indifrencia.
Pero yo te amo,
te sigo amando,
a pesar del silencio...
Incluso ahora,
que callan las campanas.

Tarde otoñal...

El otoño..., es como si se detuviera el tiempo...
Todo es más lento...
Todo aparece sin aristas...
Como un continuo atardecer...
Es una época propicia a la meditación, a encontrarnos de nuevo con nosotros mismos...
Porque la etapa anterior, plena de contrastes, nos saturó el pensamiento...
Y ahora, el silencio interior vuelve a ocupar su sitio.
La calma define a esta estación...
Retomamos todo lo que teníamos abandonado, volvemos a recuperar nuestra intimidad...
Esa intimidad del espíritu, tan grata y apacible...

viernes, 18 de septiembre de 2009

OCHO MIL VISITAS...

Este blog agradece a sus seguidores el haber recibido OCHO MIL visitas.
La verdad es que en tan poco tiempo, desde que apareció en la red, en abril de 2008, resulta sorprendente y gratificante a la vez, saber que tantas personas se interesan por las entradas que aquí se publican.
Gracias a todos.
El Coco nos anima a seguir adelante.
¡Saludos cordiales..!

jueves, 17 de septiembre de 2009

"Lo que el viento se llevó", de Margaret Mitchell.


Margaret Mitchell publicó su novela en 1936.
"Lo que el viento se llevó", constituyó un rotundo éxito.
Igualmente la versión cinematográfica.
Hay una escena memorable en los comienzos del film, cuando la cámara enfoca una inscripción primorosamente caligrafiada, donde se recuerda, sobre todo a los jóvenes, que estamos hechos de tiempo...
Así es, efectivamente...
Nos movemos en esta dimensión, de la que nadie puede sustraerse.
El tiempo, nos acompaña con su impasible latido.
Y lo único que nos deja conservar, son recuerdos...
Un pequeño consuelo...
Demasiado pequeño...

martes, 15 de septiembre de 2009

Los disparates...

D. Francisco de Goya sería feliz en estos tiempos.
O tal vez no.
Desde luego, encontraría motivos para ampliar sus series de "Caprichos" y "Disparates".
Porque el jefe del ejecutivo, en otra de sus "brillantes manifestaciones", ha expresado la idea de que "...España saldrá más tarde de la crisis, porque ha entrado más tarde que el resto de la UE..."
¡Vamos..!
¡Como si hubiera que cumplir un cupo de tiempo para dejar atrás la recesión..!
Sería como ponerse a la cola, y esperar turno.
"Tú, que has entrado después, pues te jorobas y sales cuando te toque..."
En fin, nuestro ya no ínclito y sí periclitado Sr. Rodríguez Zapatero, ha debido de degustar alguna dosis excesiva de vodka, o se le ha indigestado el caviar del mar Caspio, en su reciente viaje a Rusia, que le han obnubilado el entendimiento...
Si no, no se comprende...

lunes, 14 de septiembre de 2009

Salir de la recesión...


Muy distante de la euforia y optimismo de nuestro ejecutivo, pero que muy distante, se muestra el Sr. Almunia, y creo que con razón.
Ya el Sr. Pizarro vaticinó que saldremos muy tarde de esta especie de dolencia, porque nuestra estructura económica presenta una peculiaridades que impiden el avance hacia arriba.
Nos vamos acercando al otoño, y siguen los quiquiriquís del Sr. Rajoy, para que el jefe del ejecutivo se pique y lance los suyos, pero nada más.
Nadie hace nada, nadie aporta nada.
Y desconfío de que haya un gobierno, sea del color que sea, capaz de sacarnos del atolladero.
Saldremos cuando la coyuntura sea favorable, y no será mérito de nadie. Saldremos cuando las circunstancias ("...yo soy yo y mi circunstancia...", como decía Ortega y Gasset) presenten un cariz positivo, y sanseacabó.
Nadie podrá colgarse la medalla de salvador de la patria, o del conjunto de "patrias" que conforman el actual estado español, nadie, absolutamente nadie.
Gobierne quien gobierne, todo se desarrollará, o se "desenrollará"... cuando llegue el momento adecuado y oportuno.
Y volverán buenos tiempos, claro que sí, pero nadie, absolutamente nadie, habrá sido el impulsor del retorno a la normalidad, salvo el sufrido y trabajador ciudadano y el pequeño y mediano empresario, que, contra viento y marea, siguen sosteniendo su vela como pueden, incluso cuando el propio gobierno les envía vientos en contra, en vez de echarles una mano.
Que sea pronto...

domingo, 13 de septiembre de 2009

"La hora de la soledad". Relato del Filósofo, amigo del coco.

Quizás aquello fuese el principio del fin.
O el fin existía desde el principio...
Tras diez años de casados, y sin saber por qué, sin haber ninguna explicación dentro de los márgenes de la lógica, él comenzó a sentir una extraña desazón cada vez que reanudaban las relaciones sexuales, después de pasar ella el período.
No le había sucesido antes, y jamás hubiera imaginado que ante sí, se alzaría una altísima e infranqueable muralla.
Algo así como un escalofrío, como una sensación de fría humedad que le recorría todo el cuerpo, y que terminaba, inexplicablemente, después de la primera cópula.
Luego, todo iba bien.
Todo funcionaba correctamente, sin escollos, un mar tranquilo que rozaba suavemente la playa de lo cotidiano.
Se mostraba alegre y animoso.
La mayoría de las noches se entregaban al amor.
Comenzaban hablando.
Después, pequeños y dulces besos, seguidos de innumerables caricias, hasta que la pasión se desataba, y sus cuerpos desnudos se fundían y de sus labios brotaban jadeos, suspiros, tiernas palabras, y, por fin, el éxtasis.
Normalmente, se quedaban dormidos, abrazados, y alguna madrugada volvían a amarse con renovado ardor.
Y se levantaban cansados, somnolientos, mirándose con ternura y esbozando una sonrisa de complicidad, que, a la hora de comer o al regresar del trabajo, caída ya la tarde, se dibujaba otra vez en sus labios.
Se casaron jóvenes, tras una etapa en la que sexo jugó el papel principal y prácticamente fue el centro de sus vidas.
Temieron que al casarse se apagara el fuego de alguna manera, se atenuara su pasión, pero no fue así...
Eran considerados como una pareja feliz.
Y envidiados por otros matrimonios.
Sin embargo, una diminuta semilla de inquietud iba germinando lentamente, sin que ellos se dieran cuenta.
Ella, en el amor, era ardiente e incansable, devoradora, hubiera muerto al final de cada entrega, sin importarle nada más que el haber gozado intensamente.
Él era tímido, cariñoso, apasionado también, y también ardiente, pero más indeciso, le costaba tomar la iniciativa, y, cuando lo hacía, sus pupilas se dilataban, y se erizaba todo el vello de su cuerpo.
Pero su alma era generosa.
Daba todo cuanto podía dar, sin guardarse nada para sí.
Bien es sabido que en el amor, cuanto más se da, más se recibe, y puede que él conociera o intuyera ese principio matemático-pasional.
A los diez años de casados, dieron comienzo sus primeras angustias, sus crisis de ansiedad, que guardaba en su interior y que nunca se atrevía a confesar.
Hablaban de cualquier tema.
Les gustaba la música, el arte, los libros, el cine, la montaña, la nieve, y daban largos paseos por el campo.
De todo hablaban, igual que de sexo, con una naturalidad fuera de lo común. Se confesaban sus anhelos más íntimos, sus tentaciones más oscuras.
Aunque él, nunca se atrevió ni a mencionar esos momentos terribles...
Puede que si lo hubiera hecho, todo hubiese sido más fácil, incluso superable.
Pero cuando lo intentaba, se le atragantaban las palabras, se le formaba un nudo en la garganta, y ese torrente que pugnaba por brotar de su interior, volvía otra vez a sumirse con furia en los laberintos de su pensamiento.
Entonces, simulaba quedarse dormido, cuando, tumbados en el cómodo sofá, frente al fuego, escuchaban las desdichas de Tristán, o el lamento agonizante de Violeta...
Su música preferida...
Sus libros preferidos...
Rara vez conectaban el televisor. Algun informativo, algún documental, algún informe especial sobre un tema de actualidad, pero nada más.
Les bastaba con su música y su lectura.
Y su recíproca compañía.
El silencio los envolvía en una grata calma.
No tenían hijos.
Más de una vez hablaron de adopción, pero todo quedaba en palabras, en buenas intenciones. Quizás en el fondo no deseaban romper aquella urna de cristal, construída alrededor de ellos día tras día y noche tras noche, donde se sentían seguros, y donde todo estaba en su sitio, amablemente, delicadamente.
Al alcance de la mano, sin esfuerzo, sin búsquedas inútiles.
Diez años.
Cuando el reloj del salón daba determinabas campanadas, apagaban el fuego y las luces y se dirigían a su habitación,cómoda, acogedora, donde no había nada de más, sólo lo necesario para hacer de ese recinto secreto un lugar donde descansar de los avatares de cada día.
Y entregarse a su inextinguible pasión.
Diez años.
Unos días antes de que ella tuviera el período, él hubo de ausentarse por motivos de trabajo.
Se llamaban todas las noches, y todas las noches se susurraban amorosamente cuánto se echaban en falta, y cuánto deseaban que terminara aquella separación.
Un anochecer, cuando volvía al hostal donde se hospedaba, ya que no le agradaban los hoteles porque le hacían sentirse muy solo, y además le molestaba la gente, se sintió extrañamente tranquilo, inusualmente en paz consigo mismo.
Había cenado algo en un pequeño restaurante, de aire familiar, donde se permitió tomar una cerveza para acompañar la cena.
Nunca probaba el alcohol, pero consideraba que la cerveza era inofensiva, incluso saludable, aunque tampoco hacía uso frecuente de ella, acaso algún sábado, cuando acudían los amigos a cenar.
Un perro de pelaje oscuro se cruzó en su camino. El animal, de buen tamaño, olfateó algo indefinible caído en el suelo y siguió su recorrido.
Llevaba collar, señal de que tenía dueño.
Sin duda, regresaba a casa, tras hacer su habitual y solitario paseo nocturno.
Él, en ese instante, recordó con alivio que de no hallarse de viaje, habría tenido que superar el áspero y temido momento a la hora de reanudar el sexo.
De mente analítica, intentó relacionar el recuerdo de lo que pudo suceder, con el perro que apareció de improviso ante él y desapareció igualmente.
Pero no halló ninguna relación.
Pura coincidencia.
Ya acomodado en la habitación del hostal, meditó sobre su regreso.
Cinco días más y estaría en casa, en "su" casa.
Ella prepararía una "cena elegante", como solían llamar a sacar la vajilla y la cubertería de las grandes ocasiones, encendería unas velas, pondría una música suave y sugerente, que no diera que pensar, y saborearían unos manjares exquisitos, sin nada ni adie que quebrara su tan querida armonía.
Después, cariñosamente, lo colmaría de caricias, hasta terminar los dos en el lecho.
Seguramente ella luciría un sugestivo y atrevido camisón, muy provocador, del que se despojaría hasta dejar totalmente al descubierto su bellísimo cuerpo, al que los años parecían proteger y cuidar, más que hacer mella en él.
Y luego, el encuentro, la angustia del encuentro, del primer encuentro tras los días de tregua.
Encendió la lámpara de la mesilla y fue al lavabo a beber un vaso de agua.
Cinco días.
Diez años.
Cinco días y cinco noches.
Acostado de nuevo, y con la luz apagada, sintió que unas gotas de sudor resbalaban por su frente. Un sudor frío, molesto, irritante...
Con las húmedas palmas de las manos apoyadas en el cobertor, el cuerpo tenso, rígido, atenazado por un inexplicable miedo, deseó, infantilmente, que el tiempo se detuviera, que los cinco días se convirtieran en cincuenta, en quinientos, en cinco mil...
Acaso por efecto de la excesiva tensión, se quedó dormido.
Cumplió con sus obligaciones laborales durante los siguientes días, y, al llegar a la última noche en aquella ciudad, se sintió tan solo que no pudo permanecer quieto en la cama, así que se duchó con el agua cada vez más fría, se vistió de nuevo y bajó a la recepción.
Allí, dijo que deseaba dar una vuelta para conocer algo de la vida nocturna de la ciudad.
El recepcionista, creyéndose cómplice de alguien que había decidido echar una cana al aire, le guiñó un ojo con picardía y le sugirió a media voz que podría facilitarse la dirección de ciertos lugares donde podría satisfacer ciertos deseos ampliamente.
Pero él le dio las gracias y argumentó que prefería ir a la aventura.
El recepcionista le deseó suerte con aire entre pícaro y divertido, y él salió del hostal.
Deambuló por las avenidas, brillantemente iluminadas, en una noche otoñal, fresca pero agradable.
Había muchos puentes sobre el río e hizo un recorrido junto a ellos para decidir, en una especie de juego infantil, de pueril capricho, por cuál pasaría al otro lado de la ciudad.
Puentes de piedra, que denotaban su antigüedad, ouentes modernos, de líneas audaces, y otros, que consideró impersonales, anodinos, como construídos sin pensar en nada más que en cubrir la necesidad de atravesar el río, olvidándose de la estética.
Le llamó la atención un puente metálico, recto, ancho, bien iluminado, con barandillas de hierro forjado, rematadas de tanto en tanto por una figura alada que recordaba vagamente a una diosa griega o romana, y que mostraba claramente la pericia y el buen gusto del escultor que la modeló.
Quiso comprobar si todas las figuras eran iguales, o si había alguna diferencia entre ellas, y, para su desilusión, descubrió que eran idénticas, salvo por las desigualdades causadas por lluvias y soles y la continua humedad que llegaba del río.
Un río caudaloso, de aguas quietas.
Cuando se acercaba al otro extremo, le pareció escuchar unos ladridos, y apoyándose en la barandilla, divisó a una joven de cabello castaño que jugaba con un perro en el camino junto a la orilla.
El mismo perro con el que se cruzara cuatro noches antes, no había duda.
Los rasgos de la chica eran muy bellos, se movía con gracia y desenvoltura, y reía alegremente cuando el perro le devolvía la pelota que ella le lanzaba.
Era una escena aparentemente trivial, pero le agradaba contemplarla...
Y allí permaneció un buen espacio de tiempo hasta que los dos compañeros de juego desaparecieron en la arboleda.
Todo parecía amable, sonriente, sin aristas.
En cierta ocasión él también quiso tener un perro. Ella se opuso rotundamente. Se resignó. A fin de cuentas, su matrimonio era mucho más valioso.
No insistió porque sabía cuándo sus negativas eran innegociables.
Ya en el hostal, se sintió muy cansado.
Y durmió profundamente, como cuando era un niño.
A la mañana siguiente, cuando sonó el teléfono y desde la recepción le dieron los buenos días y le indicaron que era hora de levantarse, se sobresaltó al recordar que la noche anterior no la había llamado. Avergonzado, se enojó consigo mismo por su distracción. Había roto el ritual de cada noche.
Durante el viaje de regreso estuvo ensayando frases y frases de disculpa, sin llegar a nada en concreto.
Abrió la puerta de su casa.
Tras dejar precipitadamente el equipaje en el vestíbulo, fue hacia ella con ánimo de ofrecerle las más conmovedoras disculpas.
La buscó en el salón, en la cocina, en el jardín, en las habitaciones, incluso en el desván.
Llamó al trabajo de ella, donde le aseguraron que no había acudido en todo el día y que no podían facilitarle ninguna información.
Hizo varias llamadas, sin resultado, y, muy abatido, se sentó en una silla, junto a la ventana, donde dejó pasar las horas, sumido en tristes y oscuras reflexiones, hasta que llegaron las sombras del anochecer.
(Un cuento, publicado cuando sólo quedan diez días de este verano que se va, dedicado especialmente a todos los solitarios y solitarias que siguen este blog.)

sábado, 12 de septiembre de 2009

"Sputnik, mi amor", de Haruki Murakami.


Esta tarde he comprado este libro, que me faltaba por leer. La verdad es que Murakami me ha apasionado desde su "Kafka en la orilla".
En fin, no quería hablar del libro, que aún no he leído, sino de una noche de verano, en mi lejana infancia, cuando, desde la terraza, contemplábamos el cielo nocturno, y el paso de un "satélite artificial", como llamábamos entonces a esos ingenios en órbita.
Durante varias noches, cruzó el cielo, no recuerdo bien la dirección, pero me parece que era de este a oeste...
Yo no sabía nada de la pugna espacial USA-URSS...
Para mí era una maravilla saber que allá arriba, un objeto volador, lanzado desde Cabo Cañaveral o Siberia, daba vueltas a la tierra cada tanto tiempo...
Sí, era una maravilla...
Aquel mes de agosto fue muy tormentoso...
Y septiembre fue una delicia...
Hasta que llegó la hora de volver al colegio...
¡Ay, Señor, la infancia es un mito..!
De las luces del verano a las profundidades grises del colegio, los oscuros claustros, las enigmáticas escaleras, la iglesia en sombras, y poco a poco se echó encima el invierno...
Ya no me acordaba de mirar al cielo, ya anochecido, para ver si pasaba un punto luminoso que orbitaba allá arriba...
Entre libros, cuadernos y oraciones, iba pasando el tiempo...

¡Por fin la lluvia..!


¡Por fin ha llovido..!
No tanto como se desearía, pero ha llovido...
La lluvia es una bendición...
Limpia el ambiente, se respira mejor, y ese olor de la tierra mojada...
¡Ojalá llueva toda la noche..!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

"País de nieve", Yasunari Kawabata.


Tengo en las manos un ejemplar de "País de Nieve", de Yasunari Kawabata, el mismo ejemplar que comencé a leer una tarde de agosto, en el año 1969. Tenía una amiga, mayor que yo, que devoraba los libros, era una lectora empedernida, capaz de soportar noches en vela con tal de leer. "Vas a terminar como D. Quijote", le decía yo, medio en broma, medio en serio. Ella se reía, y yo la encontraba encantadora, incluso con sus gafas.
Siempre tenía algún libro para mí.
Cuando me regaló "País de Nieve", me advirtió que no era un libro cualquiera, y que no podría dejar de caer en las redes de su particularísima belleza.
Efectivamente, es uno de los libros más bellos de la literatura universal.
Es poesía, poesía pura.
Aquella tarde de agosto, comencé a leerlo, con un breve intervalo para la cena.
Y luego, en la soledad de mi cuarto, continué hasta terminarlo.
"¿Qué te ha parecido..?", me preguntó mi amiga al día siguiente.
Suspiré...
Al ver mis ojos cansados por el dulce esfuerzo, suspiró también y sólo dijo: "Jamás podrás olvidarlo..."
Y así sucedió...
A veces, como ahora, lo tengo en las manos, y sin abrirlo, evoco algún pasaje...
Y cada vez me parece más bello...

JOSÉ LUIS TRISAN: BREVE NOTA BIOGRÁFICA.

José Luis Trisán Encuentra nace en Jaca, Huesca, en 1949.
Tras cursar el Bachillerato en su ciudad natal, obtiene la Licenciatura en Filosofía y Letras (sección de Filología Románica), en la Universidad de Zaragoza.
Ha ejercido como profesor de Lengua y Litereratura Españolas.
Finalista del Premio "Adonais" en 1987. La editorial le publicó el libro presentado al certamen: "Vaniloquios",
(Rialp, 1988).
Otras obras suyas editadas son "Narciso y otras formas del cristal", (Playor, Madrid, 1989); "La música callada",(Cave Canem, Zaragoza, 1990);" Fuga en espejo", (Endymion, Madrid, 1991); "Nieve de primavera" (Ediciones La Palma, Madrid, 1993)...
La mayor parte de su producción, -verso y prosa-, permanece inédita.
Prensas Universitarias de Zaragoza, tiene la intención de publicar un nuevo libro con obra inédita, sin que todavía se haya fijado una fecha concreta para su aparición.

JOSÉ LUIS TRISÁN. PEQUEÑO CICLO POÉTICO.





























Andabas por el cielo distraída,
como niña de ingrávidos marfiles,
flotante sucesión sólo de abriles,
porque sólo en abril pasó tu vida.
Una vez y otra vez amanecida,
repetías los juegos infantiles
de la luz, que regresa a los pensiles
tras nocturno fingir que los olvida.
Llega la muerte, súbita y adulta,
y en sótano de tiempo te sepulta,
en gravedades lóbregas te encierra.
Es tanta la ceguera de la sede
a que te han condenado, que no puede
el cielo con el peso de la tierra.
José Luis Trisán.
"Nieve de primavera".

JOSÉ LUIS TRISÁN. PEQUEÑO CICLO POÉTICO.


Gotas de piedra caen. Diluvio lento.
La tierra que se llora por tu muerte,
y te sepulta para retenerte
cautiva para siempre en su elemento.
Dulcísima dureza es el portento
del llanto que despacio se te vierte
hasta que sobre ti descansa inerte
todo el peso del mundo en hundimiento.
LLorada, cautivada y sepultada
por masas de dolor, por el tumulto
de la naturaleza desgarrada,
un idilio brutal, eternamente
silencioso, estático u oculto,
compartes con la estatua de un torrente.
José Luis Trisán.
"Nieve de primavera".

JOSÉ LUIS TRISÁN. PEQUEÑO CICLO POÉTICO.


Un perfume de frío te amortaja.

Regresas al marfil, de que viniste.

Concluye a su pesar noviazgo triste

como entre un esqueleto y una alhaja.


Tus límites dibuja la navaja

de anticipado invierno. Te desviste

tantísima pureza. No supiste

que ni aun la blanca noche te aventaja.


Nieve muerta revive porque mueres.

El cutis que fue tuyo es de una idea.

!Oh, respirada luz de amaneceres!


Tuya la eternidad, núbil blancura,

imitándore estilo, se moldea

lo mismo que si fuese tu escultura.



José Luis Trisán.

"Nieve de Primavera".



JOSÉ LUIS TRISÁN. PEQUEÑO CICLO POÉTICO.



Si enterrara el aire si existiera


la tierra, y aun la tierra se enterrara


si otra tierra, existiendo, la amparara


y en su entreabierto seno la acogiera.




Se abismaría el aire si pudiera,


pero está solo, y muerto. Nunca para


de buscar esa tumba tan avara,


y nunca de encontrarla desespera.




Ese cadaver circulante ignora


que si existiese tierra. ésta sería


para sí mismo tumba bien colmada.




Infinita la muerte. Hora tras hora


el aire la acumula, y aún confía


en deponerla un día sepultada.






José Luis Trisán.


"Nieve de Primavera"


lunes, 7 de septiembre de 2009

¿Quién se ha llevado mi verano..?


El Coco se sienta a la entrada de su cueva...

El milano da vueltas y vueltas en el aire...

El pájaro oscuro, posado en el hombro del Coco, está intranquilo...

El zorro y su amigo, echados en la hierba, contemplan el horizonte...

También el Coco...

El Coco piensa que ya es tiempo de comenzar las lecturas junto al fuego...

El viento de la montaña es más fresco cada día...

Posiblemente, llueva por la tarde...

Y el milano, el pájaro oscuro, los zorros y el Coco, parecen hacerse la misma pregunta:

¿Quién se ha llevado mi verano?

sábado, 5 de septiembre de 2009

"...del diario del pintor..."



























"...he tenido una temporada difícil...
Eso sucede por mirar atrás...
Es algo que nadie debería hacer...
Y he contemplado mi juventud ilusionada, cuando, en mis comienzos, me sentía dichoso de salir al campo a trabajar en el cuaderno de apuntes, y, luego, en mi casa, pintaba hasta altas horas de la noche...
Sin embargo, un día llega el desencanto...
No por lo no conseguido, no por lo no logrado...
Realmente, he conseguido muchas cosas en mi vida...
El desencanto viene por la cantidad de obstáculos que he debido sortear, por la multitud de muros que se han alzado ante mí...
Sin embargo, sigo adelante porque pintar es lo único que me hace sentir bien...
Es todo lo que tengo...
Nadie me lo puede arrebatar, nadie de este mundo...
He recorrido muchos lugares que he reflejado en telas, tablas y papeles...
He pintado en muchas ciudades...
Mi obra está dispersa por el mundo...
A veces, al entrar en un hotel, he visto una obra mía colgada en el vestíbulo...
La verdad es que estoy cansado, muy cansado...
Y cuando siento ese cansancio, ese particular cansancio que es como una llamada de atención, lo mejor es emprender un viaje, sin un rumbo determinado...
Bajar de un tren y subir a otro, hasta dar con una ciudad, una ciudad acogedora, donde pasear, dormir, y cierto día, salir a la calle con los lápices en el bolsillo y la carpeta llena de hojas de buen papel..."

jueves, 3 de septiembre de 2009

Recuerdos del verano... LAS MORAS.


Recuerdos del verano... El viejo portal.


Recuerdos del verano... FORMIGAL, DESIERTO...


Recuerdos del verano... FORMIGAL.


Recuerdos del verano... LANUZA.


Esplendor en las cumbres...PANTICOSA.


Tren nocturno...


...del diario del Filósofo...


"...al llegar septiembre, sentía como si mi corazón descansara... Después del ardiente mes de julio y del sofocante agosto, por fin, un respiro... Era el tiempo perfecto... Días más suaves y noches frescas... Y entonces, comenzaba a recorrer los caminos, con el macuto donde metía una galletas y unas frutas, el cuaderno y los prismáticos para contemplar los pájaros..., y el bastón de boj, ese bastón de boj que servía para apartar unas zarzas o alcanzar un fruto de una rama demasiado alta,
en un manzano o un peral al borde del sendero...
Así, mi corazón descansaba...
Los amigos del verano, que acudían todos los años con sus familias a mi pequeña ciudad, habían regresado ya...
Su ausencia me dejaba un poco triste, pero se me pasaba pronto...
También tenía amigos allí..., amigos desde la infancia...
De vez en cuando, alguno me acompañaba en esas correrías, que llegaban a la aldea que se divisa desde los muros del monasterio, hasta el manantial de agua fresquísima, o hasta las laderas de la montaña...
"Larga montaña en forma de navío
que cruzas en tu sueño
la calma de los valles..."
Así la describía mi amigo el poeta, con quien compartía paseos y silencios... No hablaba mucho cuando salíamos al campo... Se ensimismaba contemplando los lugares que tardaríamos en volver a recorrer juntos...
Septiembre...
Bendito septiembre...
Aunque lo que más me agradaba era pasear solo...
Una mañana, dije que me iba a pasar el día por ahí, y que no volvería hasta la noche...
"Este chico está raro...", dijeron en casa...
Y la abuela se apresuró a llenarme una mochila de lona con comida...
"El macuto es para paseos, y hoy te vas para todo el día..."
"Vuelve en cuanto comience a oscurecer..."
"Ten cuidado con las serpientes..."
La verdad es que se imaginaba que me iba a explorar alguna jungla lejana, como las de las películas...
Mi madre, no decía nada...
Con expresión seria, me contemplaba como si yo fuera un caso sin remedio.
Puede que tuviera razón...
Salía de casa, doblaba la esquina y un poco más allá me detenía para llenar la camtimplora en la fuente del monasterio... ¡Qué bien me sabían aquellos tragos de agua antes de emprender el camino..!
Bajaba hasta la carretera, luego cruzaba el puente sobre el riachuelo, y todo quedaba atrás...
Mis dulces dieciocho años...
El tiempo se nos lleva, empaña los recuerdos, y borra poco a poco los rostros conocidos...
¡Ay, el tiempo..!
A veces medito sobre lo grato que sería dejar pasar los años pero sin que nada cambiara...
¡Heráclito, Heráclito..!
Viejo pícaro...
Bien sabías que todo fluye, que "nadie se baña dos veces en el mismo río..."
O lo que es lo mismo, que vuelves a casa después de un viaje, pero la casa ya no es la misma...
¿O no somos nosotros los mismos..?
¡Uff!
Bueno, pues septiembre era mi mes dorado...
Mi tiempo preferido...
Sentía cómo mi pensamiento se aliviaba, mi cuerpo se tornaba más ligero, el sueño era más apacible...
Sentado a la sombra, en un recodo del camino, a veces escribía...
Iba llenando páginas y páginas del grueso cuaderno...
Todos los años comenzaba uno distinto.
Por la noche, cuando todos se habían acostado, me gustaba quedarme en la cocina, pensando y escribiendo...
Salía a la terraza para descansar la vista, y palpaba los racimos de la parra, algunos enormes...
Las uvas aún no habían madurado por completo...
La luna, sobre la montaña, brillaba de forma distinta...
E, inadvertidamente, evocaba un rostro, un rostro sonriente, unos cabellos castaños, una sonrisa y...
Suspiraba.
A finales de mes, yo volvería a la universidad, y ella se quedaría sola...
Cartas apasionadas primero, melancólicas después, breves, más tarde...
El rencuentro en las vacaciones de Navidad...
¡Vaya..!
Aún quedaban días...
Mientras, lo importante era vivir...
¡Oh, suave niña que fue mi amor de estudiante..!
Cada noche, nos encontrábamos en el parque.
Ella vivía en una casa con jardín, y hasta tenía un perro.
Han pasado muchos años para poder llegar a a tener uno...
Las noches de septiembre, en el fondo del parque mal iluminado, se llenaron de besos ardientes, de manos acariciantes, del perfume de sus cabellos, de frases interrumpidas por el suave contacto de nuestros labios... Frases que lo decían todo aunque nunca concluyeran...
¡Ay, septiembre..!
Que ha llegado de nuevo...
Que de nuevo se irá..."

martes, 1 de septiembre de 2009

In memoriam...


Reflexionemos un instante sobre la mayor tragedia de la historia...
Ocasionada por seres humanos,
contra seres humanos...
1 de septiembre de 1939: El comienzo del llanto.
Hace 70 años: Nadie os olvida.
Vuestro dolor sigue siendo el nuestro.
La humanidad sigue de luto...

1 de septiembre,1939: El HOLOCAUSTO.

Del principio...
...al final...

1 de septiembre de 1939: Comienzo del Holocausto.





























1 de septiembre de 1939: Hace 70 años...