jueves, 15 de enero de 2015

La línea del miedo...


En aquellos años, que para algunos fueron turbios,
y que yo, sin embargo,
conservo en la memoria como los más luminosos,
risueños y plenos de alegría,
quizás por la sublime inconsciencia
de ser nada más que uno de tantos adolescentes,
que hablábamos en voz alta, reíamos,entre bromas, 
llenando la calle Mayor con  nuestras voces cada tarde,
al salir del Instituto...,
¿dónde estaba el miedo...?

¿Existía...?

¡Eran tan limitados y provincianos

nuestros temores...!

Pero, bajo ese manto cómodo y protector,

el miedo latía...
Con mas o menos fuerza,

pero seguía palpitando...

Se observaba en conversaciones interrumpidas de pronto,

en cuchicheos mirando de reojo,

en frases de doble intención...

Eran los años sesenta...

Claro, que, nosotros,

pardillos titulados y con buena nota,

permanecíamos en la inopia...

Allá por nuestros 17 ó 18 años,

bastantes conversaciones

comenzaban a ser más arriesgadas...

Y sólo con el amigo de más confianza,

casi hermano,

mientras paseábamos por el parque solitario,

dejando un rastro de murmullos,

que apenas si llegaban a sacar de su sueño

a las aves que pernoctaban

en los altos abetos,

entre las frondas de hoja perenne,

o en los nidos nunca abandonados...

Supimos así del miedo,

ese miedo a decir,

a aventurar opiniones y suposiciones,

que podían dar con nuestros huesos

en Comisaría...

¡A callar...!

Cierta noche de verano,

acampados en las alturas,

la hoguera, encendida según las precauciones al uso,

proyectaba un círculo de luz...

Más allá, la oscuridad,

las sombras...

Alguien dijo:

"-...voy a traspasar

la línea del miedo..."

Es decir, penetrar en la negrura...,

dejando atrás

la seguridad de la luz,

el agradable calor del fuego,

que atenuaba el frío

de las siempre

inhóspitas montañas...

¡La línea del miedo...!

La he recordado estos días...

El mundo ya no es un lugar amable...,

el mundo ya no es seguro...

La línea del miedo,

se ha reducido...

Ha retrocedido.

Y, así,

ahora también se murmura,

se observa de reojo,

por lo que pueda pasar...

El salvajismo no está muerto...

Una amiga, excelente pintora,

tenía la costumbre

de colocar frases con chinchetas

en las paredes y puertas de su estudio o taller,

y yo me detenía ante esas llamadas de atención...

Pero, caso la nota que voy a citar,

y que jamás he olvidado,

sea la más adecuada para ilustrar,

dolorosamente, eso sí,

los últimos acontecimientos,

angustiada voz de alerta,

que no conoce fronteras,

y que nos avisa de lo que puede suceder,

si las democracias no reacción con fuerza,

con violencia, si es preciso,

para asegurarnos un planeta

relativamente acogedor:

"LOS BÁRBAROS,

NO VENDRÁN DE NINGUNA PARTE...,

¡ESTAMOS AQUÍ!








(Archivo: cuevadelcoco.)



















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