sábado, 11 de noviembre de 2017

La pasarela de Macanaz: Recuerdo lejano...








Zaragoza, 1941.
Construcción de la pasarela de Macanaz.

Con dos puentes, el de Piedra y el del Pilar,  
más conocido como el de Hierro,
era más que suficiente...

Hasta que dejó de serlo...

En 1941, se instaló la famosa pasarela,
para aliviar, de algún modo,
la, cada vez más acuciante necesidad,
de cruzar el Ebro sin tener que dar un rodeo...




La pasarela, una vez terminada, 
descongestionó el tránsito peatonal,
pero pronto, se vio que esta solución
se había quedado corta...

Estuvo en uso hasta 1965,
y, en ese mismo lugar, sustituyéndola,
se construyó el puente de Santiago, 
inaugurado en marzo de 1967...

Pero mi intención, era evocar un recuerdo...

Debió de ser en septiembre de 195...

Mi hermano aún no había nacido, 
y yo, claro está, centro absoluto de atenciones,
mimos y "consentidos", por parte de toda la familia...

Cuando leí "El príncipe destronado", de Miguel Delibes,
allá por el año 1974, descubrí que ese sentimiento de " descentre"
era lo que nos había pasado a todos los ex-hijosúnicos, 
en cualquier momento de la historia...

Septiembre...un día soleado junto al Ebro...

Mis padres y yo, habíamos llegado la noche anterior,
y nos alojábamos en casa de los tíos,
que ocupaban un entresuelo 
en el primer bloque de viviendas,
de los dos que se construyeron en avenida de Valencia,
para miembros del Ejército del Aire.

Justo al otro lado de la calle, 
estaba el llamado "parque móvil",
de la Policía Armada.

Y enfrente, el antiguo solar de " Hierros Alfonso".

Esa mañana, di un paseo con mi padre, 
y llegamos hasta la ribera...

"- ¿Quieres pasar por la pasarela...?", me preguntó...

A la entrada, junto a las escaleras de acceso,
había un guarda con uniforme gris y gorra de plato,
que era el encargado de recaudar el " real",
o sea, veinticinco céntimos de entonces,
y que permitía efectuar el trayecto hasta la otra orilla...

El guarda, un hombre amable y sonriente,
al ver mi expresión dudosa,
me invitó a subir hasta el principio,
añadiendo que si me decidía,
sólo le iba a cobrar a mi padre...

Y aquí está mi gran duda,
todavía no resuelta:
¿Crucé o no crucé el Ebro por la pasarela...?

No lo sé... Cuando intento rebuscar en la memoria
acerca de ese difuso momento,
sólo encuentro sombras y luces imprecisas...

Y de allí, salto a nuestra estancia en Jaraba,
donde mi padre ejerció como maestro...

Acaso años más tarde pude haber cruzado,
pero nunca se presentó la ocasión...

Lo que acabo de contar, quizás parezca insignificante,
pero, como bien decía D. Camilo José Cela,
en una frase no exenta de su habitual cachondeo,
"...las pequeñas historias son las que conforman y alimentan
la gran historia común de todos los pueblos..."












(Archivo: cuevadelcoco).







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